El horno está en marcha, una hogaza descansa en su interior. Comienza a crecer, dorarse… Y tú te quedas pegado al cristal hipnotizado. Suena el temporizador, ¡está listo!, coges la manopla y sacas la bandeja. Una bocanada de aroma a pan recién hecho te inunda. Cierras los ojos, te acercas al pan e inspiras profundamente. ¡Qué tendrá el olor a pan recién hecho!
El pan recién hecho es fuente de inspiración. Y si no que se lo digan a Demócrito, que postuló su “teoría atómica del universo” tras oler una hogaza recién horneada.
Demócrito fue un filósofo y matemático griego que vivió entre los siglos V-IV a.c.; y su teoría atómica del universo (desarrollo de la teoría anteriormente promulgada por Leucipo) postulaba que el mundo está compuesto de átomos, de pequeños elementos indivisibles, indestructibles y eternos que, en su unión, daban lugar al resto de cosas del universo.
Lo que para muchos es un acto rutinario sin trascendencia, para Demócrito fue un Quid divinum. Al acercarse a una hogaza de pan y olerla a distancia, pensó cómo eso era posible si entre el pan y su nariz no lo unía nada, salvo aire. Y fue entonces cuando se dio cuenta de la existencia de los átomos. Unas partículas diminutas suspendidas en el aire que llevaban un trocito de pan hasta su nariz, lo suficiente como para olerlo a cierta distancia.
Y es que el pan recién hecho huele que alimenta… o que inspira.